A medida que envejecemos se produce un proceso degenerativo que afecta a diferentes zonas, una de ellas las manos. Con la pérdida significativa de hueso se producen cambios notables en la piel, pérdida de musculatura y grasa, envejecimiento y pérdida de colágeno que provoca que la piel se vuelva más fina, seca y menos elástica.
A partir de los 25 años comienza la pérdida de colágeno y es ya sobre los 40 cuando se acentúa e influye directamente en el envejecimiento cutáneo. El desgaste en la zona de las manos deriva en que la piel se vuelve más fina, translúcida y laxa, apareciendo arrugas y flacidez, y permitiendo que se vuelvan más visibles los tendones, huesos y venas.